El sol estaba saliendo lentamente por el
horizonte, ya los primeros rayos calentando la terraza con vista al mar. Me
acurruque en una de las hamacas paraguayas con una taza de té entre mis manos
pensando cuanto le hubiese gustado esta casa a mamá. Yo sabía que esa era una
de las razones por las cuales mi padre la había comprado, a pesar de que
inicialmente el mudarnos aquí había sido un intento de alejarnos de su
recuerdo.
El cáncer se llevó a mi madre dos años atrás,
marcándonos a todos, en especial a papá. Él es médico cirujano y trabajar todos
los días en el mismo lugar en que mi madre había muerto lo había estado matando
lentamente, así que cuando le ofrecieron esta bacante en un pueblo totalmente
desconocido no dudó en hacernos empacar a mi hermano y a mí y venir hasta aquí.
Pero mamá siempre estaría con nosotros.
Escuche la puerta de vidrio abrirse y
pronto Julián se tiró en un sillón junto a mi dejándose bañar por el sol. Julián
es cuatro años mayor que yo, tiene 21. Es más bien delgado y bastante alto,
algo que definitivamente no compartimos; aunque nuestro cabello marrón y
ondulado nos identifica claramente como hermanos. Estudie su perfil sereno al
sol un momento, podía ver la pequeña cicatriz que se adornaba su pómulo derecho
de cuando se había caído de un árbol cuando era un niño mientras intentaba
recuperar una pelota. Sus ojos estaban rodeados por pestañas largas y te
miraban con intensidad en todo momento, pero lo que más me gustaba de ellos era
su color, sus ojos eran de un azul oscuro inigualable que conocía a la perfección;
y que envidiaría hasta la muerte, al parecer la mejor tanda de genes se la había
llevado él. Pero mas allá de este robo pre natal era el mejor hermano que
pudiera pedir y lo adoro.
Los rayos de sol ya eran más fuertes
cuando por fin estiró su brazo y comenzó a enredar y desenredar un mechón de mi
pelo en un dedo para luego pedirme el desayuno. Todos los días hacíamos más o
menos la misma rutina, y el trato era que a cambio de comida él se encargaba de
mantener la cocina limpia.
- ¿Qué es hoy Juli? – Le increpe luego de
la quinta o sexta ida y venida de su dedo.
- Que conste que no dije nada aun, fuiste
tu la que toco el tema – me contesto poniendo ojos de cordero degollado – pero un
sándwich caliente y un licuado no me vendrían nada mal.
- Pero tendría que ir a hacer las compras –
le respondí con un gemido.
- Si lo haces me encargo de las compras de
la semana que viene
- Teniendo en cuenta que voy a estar
vagando por ahí buscando donde comprar que sean dos semanas – retruque.
- Hecho, pero pregúntale a los vecinos,
parece que ya están levantados.
- Ok, te amo.
-Yo no – me respondió mientras me daba un
beso en la mejilla y se repantingaba en el sillón para seguir tomando sol como
un lagarto.
Subí la escalera de dos en dos y entre a
mi cuarto que consistía en su mayoría en una montaña de cajas de libros sin
desempaquetar, un par de valijas de ropa y un colchón en el piso. Mira las
paredes blancas que me rodeaban y el balcón algo despintado con vista a la
playa que me correspondían, y pensé que ya de paso podría preguntar donde se podía
comprar pintura, ya que ese blanco no iba a aguantar mucho más.
No tarde demasiado en encontrar algo que
ponerme, y como era usual mientras deslizaba las piernas dentro de un short de
jean mire lo poco femeninas que las encontraba, no eran ni esbeltas, ni gráciles
ni largas. Eran más bien compactas, con músculos fuertes de tanto nadar, pero
las curvas de ellas me resultaban muy pronunciadas, aunque si debía de
reconocer que el bronceado les sentaba bien. Me enfunde un buzo de hilo negro
que era grande y cómodo, y que casi conseguía hacerme parecer algo atractiva.
Finalmente baje con un par de sandalias de cuero trenzado en la mano mientras
iba a buscar mi nueva bicicleta roja al garaje, cortesía de papá quien
finalmente había decidido que un pueblo de menos de cinco mil habitantes era lo
bastante seguro como para que yo anduviese en ella.
Poco más de una veintena de metros nos
separaba de la de los vecinos, y aproveche ese trecho para disfrutar de la sensación
de el pasto en los pies de del viento que venía de la playa por primera vez. Habíamos
llegado el día anterior en la noche y el cansancio no me había dejado hacer más
que tirarme en mi cama a ver las estrellas antes de dormirme.
Me pare un segundo antes de entrar al
porche de la casa para mirarla bien. Era la típica casa antigua de playa, hecha
de pura madera y algo de vidrio, toda bien pintada y muy pero muy grande,
remodelada para que estuviese orientada a la playa en lugar de a la calle por
donde yo estaba yendo, era exactamente el tipo de vista que me hacia picar los
dedos por una cámara de fotos. Deje la bicicleta un el pasto antes de subir al
porche y golpear la puerta un par de veces, se podía escuchar la televisión encendida
dentro y mientras escuchaba un par de pies viniendo hacia la puerta rece para
que no fuese a abrir una señora chusma que quisiera tenerme hablando por horas
sobre cada minúsculo detalle de mi vida. Y claramente mis plegarias fueron
escuchadas...
Hola, ya subí el principio de la novela, perdón por la demora y por lo poco que es pero mañana mismo subo mas, espero que les guste y oír un comentario o dos. Voy a empezar a subir un poco todos los días mientras pueda y a ir agregando cosas ya que todavía estoy descifrando un poco como se usan los bloggs. Nada espero que les guste!!!
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